Aldo Sessa, cincuenta años de fotografías con la «pasión intacta»

Un grupo de curadores guiado por Victoria Noorthoorn descubre entre 800.000 imágenes del archivo del artista una mirada diferente; en marzo inaugurarán una muestra en el Mamba.

Un archivo con más de 800.000 fotografías no amedrentaron al equipo curatorial del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba) en su intención de seleccionar 700 imágenes que mostrarán, desde el mes próximo, a un Aldo Sessa casi desconocido. Cincuenta años de hacer el mismo trabajo tampoco intimidan a este artista, que a los 78 sigue haciendo foco con la misma pasión que a los 17.

Aldo Sessa
Aldo Sessa y Noorthoorn, en una jornada de trabajo en el estudio del fotógrafo Crédito: Alejandro Guyot.

Después de siete meses de trabajo en el estudio del reconocido fotógrafo, en el porteñísimo barrio de Palermo, dentro de pocos días el grupo de hasta veinte curadores conducido por Victoria Noorthoorn habrá cumplido su propósito.

El 9 de marzo el Mamba inaugurará «Archivo Aldo Sessa 1958-2018» , una de sus grandes apuestas para este año, que se mantendrá abierta hasta el 27 de mayo. «La idea es mostrar al público argentino otra manera de acercarse a la obra de un gran artista al que todos conocemos, pero que no ha sido revisitado de forma amplia», afirma Noorthoorn, directora del museo y curadora de la exposición, que costó unos $2.500.000.

Con más de cuarenta libros de fotografías y tras haber participado en más de doscientas exposiciones, Sessa continúa usando principalmente el sistema analógico, para el que el digital le sirve de respaldo.

Aldo Sessa
La mirada de José Luis Cabezas, de 2010 Fuente: Archivo – Crédito: Aldo Sessa.

Las 700 fotografías seleccionadas propondrán a los visitantes un variado recorrido por espacios geográficos y temáticos que atrajeron la lente de Sessa. Organizadas en nueve secciones sobre los muros de la sala del subsuelo del Mamba, de 450 m2, las imágenes tienen distintos formatos. Las más pequeñas, de 20×20 cm, marcarán según el diseño de montaje de Daniela Thomás, una «línea de horizonte» o hilo rojo que une las distintas secciones: la vieja Buenos Aires, el fotoperiodismo, el Teatro Colón en bambalinas y en pleno show, los retratos de artistas, Nueva York, otros viajes; Argentina, naturalezas muertas y abstracciones.

En el cierre del recorrido de la muestra, o en su inicio, según el rumbo que elija el visitante, un puñado de autorretratos de Sessa que, para Noorthoorn, son «todos experimentales, con un giro de humor, un juego que es muy suyo».

Noorthoorn agregó que de esta forma el Mamba continúa «una conversación con Sessa» que se remonta a 1972, cuando Rafael Squirru, fundador de ese museo, escribió un prólogo para una muestra del fotógrafo y en 1973 el entonces director del Mamba, Hugo Parpagnoli, compró obras suyas para la colección.

«Cuando llegué al archivo no sabía por dónde empezar a seleccionar», admite Noorthoorn, y agradece la generosidad y colaboración de Sessa, que éste le retribuye. «Nunca vi a nadie trabajar con tanta seriedad y eficiencia en un archivo como lo han hecho ellos», dijo el fotógrafo que supervisó la selección de imágenes. «Muchas veces coincidimos en cuál elegir y otras hemos tenido que ponernos de acuerdo», comenta la curadora. Y destacó el orden en el que encontraron los miles de negativos y contactos, en carpetas organizadas por años. «El hijo de Sessa, Luis, trabajó en ese archivo durante 27 años», comenta. «Es que a nosotros siempre nos interesó tenerlo organizado», aporta Luis Sessa, quien considera la muestra a inaugurarse como «un sueño cumplido».

Aldo Sessa
Una toma en color de La Boca, en 1959

Su padre tampoco esconde la alegría que le produce la iniciativa. «Cuando entre en la sala y sea envuelto por todas esas imágenes frente a mis ojos, tendré una sensación muy rica», pronosticó. Y admitió que pudo hacer todo lo que hizo en más de medio siglo tomando fotografías porque mantiene intacta su pasión.

Sin nostalgia, recordó que, en la presentación de su libro de dibujos y pinturas Cosmogonías, Jorge Luis Borges le dijo que ambos estaban unidos porque eran argentinos y «por una misma vocación, el arte», afirmación que no deja conforme al fotógrafo. «Después de la emoción del diálogo con Borges, con los años siempre recordé esa frase y disiento, porque yo no hubiera podido hacer lo que hice sin el alimento de la pasión, que, con respecto a la vocación, es más irracional. La vocación sola no alcanza. Uno arriesga su vida, trabaja desde que sale el sol hasta que sale la luna y no siente ningún sacrificio por hacerlo; está soñando con empezar un día nuevo para descubrir otras cosas… Así he continuado toda mi vida, alimentado por esa pasión intacta».

Por: Silvina Premat
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