Muestra en blanco y negro de Federico Kirschbaum

Muestra de Federico Kirschbaum. El fotógrafo abre su primera exposición con imágenes de Malvinas, Buenos Aires, Florencia y San Francisco. Todo empezó con la antigua cámara del abuelo.

Federico Kirschbaum
San Francisco. Una imagen que parece salida de otro tiempo. / Federico Kirschbaum

Un pequeño mercado de barrio de la ciudad de San Francisco proyecta en una calle olvidada la única luz de la noche. De inmediato la imagen remite a un viejo dilema de la fotografía: ¿es el objeto el que llama la atención, o es la avidez de la atención la que crea el objeto? Quizá el interrogante explica por qué tantas fotografías se emparentan con apariciones, o alucinaciones.

Una vereda de la misma ciudad californiana ofrece idénticos frentes y el espectador se pregunta si no serán más bien imágenes que viene viendo desde antes de verlas (¿desde otra vida?) y que al pararse al fin frente a ellas le resultan viejas conocidas. Las fotos en blanco y negro de Federico Kirschbaum exhibidas en la Galería Jorge Mara son recientes, de los últimos dos años, pero a casi ninguna se le puede adivinar la edad.

Federico Kirschbaum
Alambre en las Islas Malvinas. / Federico Kirschbaum

Un barco solo, antiguo, encallado, o dos policías romanos que custodian una larga escalinata vacía, hacen pensar que ciertas fotos son proyectos para textos, que el testigo redacta mentalmente: una palabra, una línea o cien. Borradores de cuentos breves, o del primer o último capítulo de una novela extranjera.

Federico Kirschbaum
Joven y maestra. Federico Kirschbaum y Sara Facio. / Rafael Mario Quinteros

Otras imágenes son ideales para personas orientadas, es decir para que se pierdan, se desubiquen. Ante un sendero entre pastizales nevados y unas montañas blanqueadas, los epígrafes revelan que se trata de las islas Georgias del Sur. Podría ser otra parte: a veces la buena foto no retrata fielmente un lugar sino que invoca otro. ¿Volverá el espectador a ubicarse en la ciudad, al salir de la galería, si se sumerge demasiado en una imagen? ¿O será que el fotógrafo busca reencontrarse, centrándose gracias a la fuga de lo visto, como en el túnel del subte de Buenos Aires, unas vías desiertas en el campo, un camino flanqueado por árboles, un muelle destartalado?

Federico Kirschbaum
La cultura del auto. En Los Ángeles. / Federico Kirschbaum

Una mujer joven se tapa la cara –mejor dicho, los ojos, que en ese momento le dan prioridad de paso a los del fotógrafo, o se mofan suavemente de él– y lanza como al pasar el acertijo clave de esta disciplina: qué grado de casualidad interfiere o bendice una fotografía. Federico Kirschbaum flirtea con el azar urbano –una bola de billar en un bar de Miami, a punto de ser sacudida por el taco–, pero también con el enmudecido azar de las olas del Atlántico Sur, detenido, congelado.

Federico Kirschbaum
Inauguración. En la muestra de Federico Kirschbaum. / Rafael Mario Quinteros

Es difícil que un fotógrafo joven –que hace sus primeros tanteos en un terreno nunca firme– caiga en un sistema, en un cierto automatismo o en actos reflejos que retraten una misma clase de cosas. Es una trampa de la que fotógrafos veteranos deben cuidarse, y los mejores entre éstos preservan hasta el último día esa libertad, siempre más arriesgada, pero más dadivosa con sus recompensas. (Hay excepciones que justifican la regla: Eugène Atget, August Sander y Diane Arbus por ejemplo, sistematizaron su trabajo y sin embargo sus resultados fueron parejamente sobresalientes).

El fotógrafo prefiere desconocer lo que captura. La ropa colgada en una calle de Florencia o un alambre caído en Malvinas plantean una pregunta no formulada, que flota por delante o detrás de la imagen. El fotógrafo está buscando algo –y a veces la búsqueda se hace más explícita, en una silueta fuera de foco– y se confía a un enigma. De allí tal vez su inclinación por lo que no se distingue, lo que no se ve del todo bien: cosas arrumbadas en una gomería o la noche apenas salpicada de luz de otra perdida calle italiana.

Federico Kirschbaum
Abrazo. Una imagen capturada en Buenos Aires. / Federico Kirschbaum

Federico Kirschbaum (Buenos Aires, 1984) heredó una antigua cámara Voigtländer de un abuelo. Ese presente cambió su futuro y lo embarcó en un viaje de ida: se hizo coleccionista (y hacerse coleccionista, a todas luces, lo hizo fotógrafo). Varias de esas otras cámaras están bellamente exhibidas en la galería Jorge Mara. Cabe preguntarse si su propietario no estará persiguiendo las fotos que atesoraban o prometían esas máquinas. ¿Entonces lo que vemos son fotos previas o fotos futuras? No es necesario ser supersticioso para saber que ciertas cámaras piden o exigen ciertas fotos.

No pocas de las cámaras que rescató provienen de mercados de pulgas. El propio Federico Kirschbaum las repara y quizá la palabra “reparar” facilite una pista. Se podría pensar que este fotógrafo, al enfocar su lente hacia un paisaje, un barco deshecho o un mar, tiene una única intención: la de repararlo, la de restituirlo a sí mismo.

FICHA:
Federico Kirschbaum en Galería Jorge Mara.
Dónde: Paraná 1133.
Cuándo: Hasta el 17 de noviembre.
Horario: Lunes a viernes de 11 a 13.30 y de 15 a 19.30. Sábados de 11 a 13.30.

FUENTE:
«Una muestra de Federico Kirschbaum»
Por MATÍAS SERRA BRADFORD
Clarín: www.clarin.com